Rick Wakeman, en el Teatro Gran Rex (29-XI-2012)

Hace poco, haciendo zapping me encontré con uno de esos programas cómicos que pasaban por la televisión cuando yo era chico y que nunca había vuelto a ver. La curiosidad inicial fue rápidamente reemplazada por la sorpresiva pero irrefutable constatación de que aquello que en su momento había abierto nuevos caminos, resultado innovador, diferente o estimulante, visto desde hoy era lento, aburrido, ingenuo, carente de toda gracia y solo rescatable desde el cariño o la ternura por lo que en un momento lejano, en un contexto totalmente diferente de la historia y de mi vida pudo haber significado. Hay que reconocer que su aparición fue importante entonces y muchos de sus aportes fueron luego retomados para nuevos usos, pero, aunque pueda reconocerle sus méritos, me resultó imposible compartir el respetable y comprensible entusiasmo de otros y verlo como si nada hubiese pasado desde entonces.

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