Es lunes, es tarde, es feriado, llueve, el lugar está demasiado lleno, no hay casi donde pararse para ver con claridad. La música empieza pero muchos no dejan de conversar y es difícil escuchar porque no hay amplificación. Cae cada vez más agua y las goteras dejan pasar más de lo recomendable en el medio del salón; lo que abunda es la incomodidad y la opción sensata es hartarse y volver a casa. Algunos reniegan un poco del Pacha, seguramente por situaciones como ésta, pero a la vez, si se piensa con cierta perspectiva, es quizás de este tipo de caos de donde se crean los momentos memorables, los mitos, las historias que recordaremos mañana. El profesionalismo y la prolijidad están bien, pero a veces, la intensidad y el instinto tienen que ganar. Quizás, lo mejor es entregarse y disfrutar, escuchar a Tomi seguir contando lo que pasa, lo que le pasa, lo que nos pasa, a través del torrente continuo de nuevas canciones que canta subido a los sillones, parado en la barra, con músicos amigos tocando en cualquier lugar de ese living y todo el resto de nosotros haciendo coros, bailando e intentando salvar lo que queda de la ciudad que zozobra.
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