En principio, cuando voy a ver un concierto y aparece en escena un tipo disfrazado y hablando con voz de caricatura tiendo a querer salir corriendo. Pero en cuanto el Botis empieza cantar se nota que hay algo más detrás de esa actitud payasesca. De alguna manera sus canciones (sus letras, sus cambiantes ritmos y armonías) y la forma de interpretarlas (su forma cuasi salvaje de tocar la guitarra y las inflexiones y matices de su voz) están consustanciados con ese personaje que tiene mucho de teatral sin ser teatro, y tiene humor sin ser humorístico, pero, a la vez, lo exceden. El balance de todos estos elementos no es sencillo, pero el fervor de su público muestra como una vez que se logra entrar en su particular mundo es difícil salir.
Gracias, Leandro. Me quedé fascinado con el Botis. Y te encontré a ti sin querer. Ya que al fin no me dejé guiar por las librerías de Corrientes, sí que voy a leer tu microcrítica en busca de música así de buena. Saludos a ti y a N. de Alejandro, desde Colombia.
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