A veces viene bien recordar una vez más que con una estrategia de comunicación y promoción adecuada se puede vender casi cualquier cosa, hasta incluso llenar un teatro tanto con gente que seguramente nunca escucharía blues como con público experimentado y que se diría capaz de un mejor discernimiento. Pero cuando una audiencia se convence de que debe gustarle algo, es difícil de disuadir o al menos de lograr que crean más en los sonidos que en los discursos. Si escuchase una banda como esta en un bar mientras tomo una cerveza seguramente me daría vuelta y me parecería que la banda que suena de fondo está muy bien (porque evidentemente es una correcta banda de blues y su líder un buen intérprete), pero si anuncian que vamos a escuchar al heredero de Hendrix, voy con la expectativa de encontrar a un gran guitarrista que tenga un sonido personal, creatividad con sus solos, quizás una voz que lo identifique o al menos carisma. Frente al aval de vacas sagradas como Jagger y Clapton, seguramente cualquier opinión que un simple mortal pueda dar quedará descalificada, y quizás Gary Clark Jr. sea el próximo gran nombre en la historia del blues, pero si es realmente así, esta noche lo disimuló con gran eficiencia.
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