A veces, las cosas más interesantes pueden ser las que no podemos poner en ninguno de los casilleros preestablecidos. Esto debe ser lo que llaman un "dream team", ¿no? Todos componen una música inclasificable, que, por suerte, no pertenece a ningún género conocido, con un balance extremadamente difícil de lograr, de ser sofisticados y escuchables, de funcionar tanto para el melómano más enroscado
y pretencioso como para el simple hedonista que busca el placer de una canción bonita. Ver, entre esa casi onírica atmósfera lumínica del escenario del Café Vinilo, a Edgardo Cardozo y su postura marcial al tocar la guitarra y cantar, a Santiago Vazquez sacar sonidos y ritmos de los objetos más inesperados y sorprender con su voz, al igual que Marcelo Moguilevsky -que, con solo silbar, hace parecer un desperdicio de recursos el perder el tiempo con cualquier otro instrumento-, o a Lucas Nikotian y Luciano Dyzenchauz apuntalar con precisión y expresividad esa delicada topadora, es una de las experiencias que engalan la ciudad.
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