Escuchar a Pablo Malaurie es un recordatorio constante de la importancia de la voz humana en la música popular, de como cualquier canción se destaca claramente por sobre el resto cuando la canta una de esas gargantas que se reconocen de inmediato y que no pueden confundirse con ninguna otra. Se pueden usar infinitas combinaciones de instrumentos musicales y manipular cada uno de los parámetros del sonido para inventar cualquier timbre o color, pero lograr una voz personal y única ya es cuestión de magia o, al menos, de una ciencia mucho más inexacta. Y con ese ingrediente que no se compra en ninguna despensa se pueden hacer muchas cosas, entre ellas, darse el lujo de despedir el año rockeando como dios manda un club en una noche de calor. A veces no hace falta más que eso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario