Alfonso Barbieri y los Blasfemos, en Café Vinilo (8-12-2012)

El ejercicio de la curiosidad, ciertas mezclas de géneros y estilos o de búsquedas tímbricas, el mirar más allá de lo que está a la mano y de los lugares comunes, son quizás algunas de las actitudes que comparten muchos músicos actuales que logran moverse al margen de la industria de la música en su faceta más corporativa y sponsoreada. Y para un artista inquieto, el contubernio del rock con ese mismo brazo armado del mercado es suficiente causa para sentir rechazo por esa cultura sonora que, quizás, lo atrajo en un primer momento a dedicarse a la música. Cuando Alfonso Barbieri versiona Tazas de te chino, de Don Cornelio y la Zona a duo con su autor Palo Pandolfo, o toca, con su banda a pleno, el clásico Instituciones de Charly García en la etapa menos popular de Sui Generis, resulta casi una confesión, una clave para entender como, pese a todo (y quizás también gracias a todo), el adn del rock nacional recorre sus propias canciones, pero completamente remozado (sin ese mirar atrás de los tributos tan de moda). Como una plantita que, fortalecida tras su hibridación con otras especies, vuelve a brotar surgiendo entre las hendijas del cemento que parecía haberlo cubierto todo.


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