Es sorprendentemente escaso lo que conocemos de la música de América Latina que no sea lo que las multinacionales llevan y traen. Yo puedo nombrar unas cincuenta revistas sobre música que se publican en la Argentina, pero apenas un puñado de títulos de otros países de la región y que ni siquiera tengo claro si se siguen publicando, porque no las recibo ni las leo. Y no por falta de interés. Pero, aun con internet y los discursos políticos de hermandad entre Naciones, todo sigue estando armado para la incomunicación. Hace poco tuve la oportunidad de compartir una mesa con Mario Lavista y me enteré que se sigue publicando Pauta, una muy interesante revista musical mexicana (¿que cuantos conocerán por aquí?), pero si yo quisiera suscribirme, entre los altos costos del correo y las dificultades para hacer pagos en el extranjero ya me saldría bastante caro. Y si yo no solamente quisiera leer al menos una revista mexicana, sino una de Brasil, una de Chile, una de Venezuela, una de Bolivia y una de Perú, necesitaría poco menos que ser millonario. Igual, por suerte, no necesito sentirme pobre, porque... no conozco ninguna revista de Perú ni de Bolivia, por ejemplo.
Pero cuando sí tengo la posibilidad de leer revistas o libros sobre música de otros países, mi espanto es aun mayor. La cantidad de nombres de músicos que me son absolutamente desconocidos o de nombres que conozco pero cuya música no he tenido la posibilidad de oir es alta. Por suerte, ahora es mucho más sencillo tener alguna aproximación a la escucha de artistas desconocidos a través de internet, pero generalmente es de manera fragmentaria y superficial: no es lo mismo ver un par de videos de youtube que conocer la discografía de un autor o intérprete. Conocer o estar al tanto de la música en América Latina parece estar reservado a las pocas personas que pueden darse el lujo de viajar frecuentemente y aprovecharlo para saciar la curiosidad. Enterarse de lo que sucede en persona no está mal, pero nunca parece que sea necesario tomarse un avión para enterarse de si ciertos artistas “globales” estrenan disco, videoclip o romance porque está hasta en los noticieros de tv.
Parece que todavía para escuchar música latinoamericana dependemos de las selecciones de un escaso número de ejecutivos de sellos multinacionales (supuestamente en proceso de extinción). Muchas de ellas son interesantes y algunas de estas corporaciones han publicado a grandes artistas ya clásicos, por derecho propio de nuestro arte, pero eso no puede ser todo. ¿Cuantos argentinos pueden nombrar diez músicos de distintas corrientes musicales de Ecuador, o de Guatemala, Venezuela o de Bolivia por no llegar tan lejos? Seguramente habrá muchas excepciones, pero es muy probable que sean exactamente eso: excepciones.