Por más que estemos acostumbrados a escuchar música en grabaciones, evidentemente aun queda algo de lo que al oído suma ver a un intérprete haciendo sonar su instrumento frente a uno y la relación espacial entre ejecutantes y público que ni el mejor equipo de audio puede reproducir. Y con obras clave del repertorio del siglo XX que, como esta, proponen formas no tradicionales de producir sonido, aun luego de años de discos, asistir a las escasas oportunidades de escucharlas y verlas en concierto es como conocerlas realmente por primera vez y, como quien cambia reproducciones en un catálogo por pinturas originales, transformar sonidos en música.
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