La escenografía de hoy, con estructuras de maderas en desuso que bien podrían ser un cuadro cubista que cobró vida se me hace la perfecta y sensible traducción de la música que suena: una obra imposible, de formas que solo la imaginación permite, en pleno fervor, no se sabe si de construcción o de destrucción; probablemente de ambos a la vez. Tantas tradiciones al mismo tiempo dinamitan y vuelven a crear la música argentina en una sola jugada magistral. Podemos reconocer de donde vienen algunos de los materiales musicales que usan, pero cuando no están al servicio del virtuosismo instrumental, sino de la canción, no queda otra que abandonar los mapas preestablecidos y dejarse llevar por el ensamble cada vez más justo de esto que ya no es un quinteto más un trío, sino un octeto que, por suerte, acaba de grabar su primer disco esta noche.
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