Hay algo que está más allá de que componga muy buenas canciones, sea un un buen intérprete o que logre sostener a solas con su guitarra y su voz un show de dos horas. Algo que no se puede estudiar en ninguna escuela, pero que le permite llenar salas con un público que lo sigue al detalle y responde a cada gesto casi con devoción, ya sea para cantar, marcar un ritmo con palmas, hacer un coreografía infantil, reírse de un chiste o celebrar una larga anécdota o un poema leído, con una intensidad no tan habitual. Se lo puede llamar, ángel, onda, encanto, empatía o como se quiera, pero este tipo lo re-tiene.
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