Aunque se supone que es un lugar dedicado al rock, el personal de la sala parece entrenado para tratar a la gente con desprecio, como si el público molestara, y el sonido es bastante deficiente, con bajos excesivos y acoples constantes. Sin embargo su sala sin butacas tiene unas proporciones que favorecen un show como éste, con una profundidad que permite ir y venir fácilmente de la entrada a la boca de un escenario ancho que crea un buen espacio para el pogo y el desenfreno de una cantidad de personas que no es fácil juntar en otras salas locales. Es que, al contrario de otras músicas que invitan a la escucha concentrada e íntima, las melodías, las letras y los ritmos de estas canciones son más bien para vivirlas y llaman hipnóticamente a la participación, al canto y el salto desaforado. Algo así como un partido de fútbol sin competencias sanguinarias donde todos hinchan por un único equipo y ganan sin necesidad de que otro pierda. Y esta noche..., por goleada.
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