La escenografía de hoy, con estructuras de maderas en desuso que bien podrían ser un cuadro cubista que cobró vida se me hace la perfecta y sensible traducción de la música que suena: una obra imposible, de formas que solo la imaginación permite, en pleno fervor, no se sabe si de construcción o de destrucción; probablemente de ambos a la vez. Tantas tradiciones al mismo tiempo dinamitan y vuelven a crear la música argentina en una sola jugada magistral. Podemos reconocer de donde vienen algunos de los materiales musicales que usan, pero cuando no están al servicio del virtuosismo instrumental, sino de la canción, no queda otra que abandonar los mapas preestablecidos y dejarse llevar por el ensamble cada vez más justo de esto que ya no es un quinteto más un trío, sino un octeto que, por suerte, acaba de grabar su primer disco esta noche.
Café Tacuba en La Trastienda (29-X-2013)
El piso de La Trastienda temblaba mientras todos cantábamos como un mantra aquello de "No me hubieras dejado esa noche, porque esa misma noche encontré un amor", y volví a entender que un recital es un poco eso: como dejarse ir del mundo y encontrar un amor a la misma vez fugaz y eterno, y en un fragmento de una noche entrar en comunión con amigos y amantes que uno nunca conocerá y con los que no necesita cruzar más que una mirada anónima. Al contrario de lo que sucede demasiado habitualmente en esta época de música más de corporaciones que de cuerpos, cuando parece que el show llega a su fin el cantante se brinda con un "¿hay alguna otra con la que los podamos complacer?". Varias rolas más tarde y pasadas las dos horas y media de fervor, en vez de huir, los músicos se despiden desde el escenario estrechando las manos del público confirmando, sin demagogia, que, por ese romance, vale la pena darlo todo.
DMC + Molotov, en Vorterix (16-X-2013).
Se ve que la cara que yo recordaba era la de Run, porque durante los primeros temas no tuve del todo claro que el musculoso que rapeaba en escena fuera el verdadero DMC o solo un soporte desconocido. Encima, como el mal sonido no dejaba entender las letras, la cosa era más o menos como escuchar una payada sin entender castellano y, por más que algunos trataban de imitar los pasos de baile de los videoclips y ponerle onda, evidentemente no siempre alcanza con buen ritmo para mover los acartonados cuerpos porteños. Confieso también que ver a tantos pibes disfrazados con gorritas como yo usaba 25 años atrás me dio algo de impresión, pero de a poco fui reconociendo viejos temas de la época de gloria y para cuando sonó It's tricky ya se me puso la piel de gallina de la emoción. Con el remate final de DMC con Molotov en escena tocando Walk this way, creo que directamente cumplí los 40 por anticipado. Y ya que estaba, me los fui a festejar saltando hasta el cielo desde el pogo de los mexicanos. Total...
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